Mini guía para reducir mi hiperexigencia

 

 

Todos llevamos dentro un arquitecto y un obrero. Sígueme en esta idea: Nuestro arquitecto interior es nuestra parte exigente y nuestro obrero interior es nuestra parte exigida. 

 

Una parte de nosotr@s decide lo que se quiere hacer, planifica y da órdenes (¡ey, obrero!: tienes que aprobar todos los exámenes”, “debes conseguir un excelente trabajo cuanto antes”, “tienes que ir al gimnasio de lunes a lunes, ¡basta de tonterías!”). Y nuestra otra parte es la que ejecuta, lleva a cabo las acciones (o cree que debe hacerlas).

 

El arquitecto interior de una persona hiperexigente, es un profesional muy poco empático. Más bien, es irrespetuoso. ¿Por qué? Porque no registra cómo se siente el obrero. Le da igual si tiene hambre, sed, si le duele alguna parte de su cuerpo o si por el motivo que fuera, no está en condiciones de seguir trabajando. Al arquitecto lo único que le importa es que el obrero alcance la meta «como sea».

 

La hiperexigencia se basa en un vínculo disfuncional: una parte exigente que no se interesa en lo más mínimo por la parte exigida, y una parte exigida incapaz de decir “no”, por lo que empieza a acumular agotamiento, bronca y angustia. 

 

Para reducir la hiperexigencia y sentirnos así un poco más libres, necesitamos mejorar la relación arquitecto-obrero. Aquí te cuento cómo hacerlo. ¿Vamos?