Cuenta la leyenda que cuando era niña, aún sin caminar, me escapaba con una vecinita del barrio para gatear grandes distancias, dando vueltas a la manzana -que a mi mundo de niña habrán parecido interminables-. Lamentablemente, era siempre interceptada por mi mamá, quien, desesperada, me retaba un poco y me llevaba adentro de la casa nuevamente. Al parecer, yo, reacia a que me encerraran, volvía a prepararme para mi travesura siguiente. Tal era así que, al próximo día, en pañales y gateando, volvía a aprovechar algún segundo en el que mamá hacía otra cosa que mirarme, para escaparme por la puerta y aventurarme a lo desconocido. Finalmente, y luego de innumerables escapadas, mamá desistió en sus intentos de retenerme y encerrarme, y adoptó la estrategia contraria: me dio toda la libertad que pudiera tener. Me permitió -junto con mi papá- irme a estudiar inglés, cuando terminé el colegio, al otro lado del mapa para que conociera cómo era vivir en otro lugar, en otro idioma, con otras culturas. Y fue ahí que me enamoré de viajar, de conocer, del movimiento. Viajando sentí que mi alma se expandía: todo era nuevo allí. Lugares, personas, culturas, comidas, rutinas, costumbres. Y cuando volví a Argentina, era una Marina completamente diferente a la que se había ido: estaba “expandida”.

Claramente comprenderán ahora que soy extremadamente inquieta, curiosa, y que amo la libertad y los espacios abiertos. No puedo mantenerme más de unas horas encerrada en el mismo lugar. Suelo ser muuuuy curiosa y activa, comienzo 1, 2, 3 libros a la vez y muchas veces leo todos a la vez. Puedo estar leyendo un libro, cocinando y escuchando música a la vez, y se me da bien. Suelo perder el interés en las cosas algo monótonas con más facilidad de la que me gustaría.
Eso sí, cuando realmente quiero algo es muy difícil que algo me frene. Voy por ello hasta lograrlo, con el objetivo bien fijo.
Con la psicología me pasó eso. Me unió a esta carrera un amor tan pero tan grande que en tanto me puse el objetivo en frente de recibirme, transité los años de facultad muy a consciencia y liviana, sin peso alguno, más que los ajetreos propios del vivir y estudiar una carrera bien pesada en cuando a contenido. ¡Porque me apasionaba! Me apasiona enormemente. Puedo referirme a mi misma cómo una afortunada al haber encontrado su pasión y su misión en esta vida. Y de hecho, la encontré de muy chica.
A la edad de 5 años, le dije a mi mamá que quería ser astronauta; estaba fascinada con el universo, los planetas, las galaxias; quería estudiarlo y algún día, ver la tierra desde la óptica del infinito universo. Tenía hambre de descubrimiento: Igual que hoy. Sólo que hoy, a diferencia de cuando era niña, reemplacé lo universal por las pequeñísimas partes del universo que somos los seres humanos.
Soy una apasionada de cada historia, de cada persona. Amo ir descubriendo cómo cada una/o va formando determinados modos de ser, adaptándose al entorno y construyendo herramientas tanto conscientes como inconscientes para lidiar con la cotidianeidad: El entramado de biología, influencia del contexto, las reglas y convenciones sociales, los rasgos psicológicos profundos, que van, poco a poco y a lo largo de todas nuestras vidas, formando nuestra personalidad total. Descubrir todo este entramado junto a la otra persona, me resulta realmente apasionante.
Me formé en Psicología Analítica Junguiana, base teórica desde la cual trabajo en la clínica hoy, y fui complementándola con formaciones en género, drogodependencias, conductas adictivas, EMDR y Mindfulness. Herramientas que fueron nutriendo mi enfoque teórico de base, y que utilizo en la clínica con mis pacientes.
Realmente espero que esta página nos acerque aún más. Gracias por llegar hasta aquí.
Marina