Sentir que las personas a nuestro alrededor -aún las de nuestro entorno más cercano- no nos valoran, puede ser una situación frecuente. Puede que pensemos que somos insuficientes o que estamos rodeados de personas “interesadas”.
La balanza del valor
Cuando damos todo y no recibimos nada, hay una balanza que está desequilibrada.
Las relaciones deben ser recíprocas: yo doy en la medida que recibo. Cuando percibimos ingratitud por parte de nuestro entorno, una oleada de emociones desagradables se apoderan de nosotr@s: por un lado nos sentimos insuficientes, nos preguntamos qué más deberíamos hacer para recibir reconocimiento y aprecio, o qué hay de malo en nosotr@s y nuestras acciones; por otro lado, podemos sentir ira, enojo y bronca hacia aquellas personas que no parecen capaces o dispuestas a percibir y agradecer lo que hacemos por ellas.
A veces nos desvivimos por una pareja, por nuestr@s hij@s o por un grupo de amig@s. Estamos pendientes de sus necesidades y siempre dispuest@s a hacer cualquier favor. Actuamos con generosidad y consideración con las demás personas y sin embargo no sentimos ser valorad@s por ellas. Ante esta situación -que puede ser muy dolorosa-, es necesario volver la mirada hacia nosotr@s.
Tomemos el ejemplo de un enamorado: quiere ser todo para la otra persona, y si ella tiene otros sueños, necesidades o deseos, se ofende y dice: “¿No te alcanza conmigo?”. Quiere ocupar todos los espacios del/la otr@, pero este tipo de conducta es una locura y muestra una patología.
El amor no completa a nadie. El amor nos genera la ilusión de estar un poco más complet@s porque cuando lo experimentamos nos da la impresión de que la soledad duele menos; y cuando el amor es bueno, eso ocurre.
Pero no hay que pedirle al amor que se lleve por delante la soledad existencial que nos va a acompañar siempre. Si le exijo a mi pareja que me complete, la estoy condenando al fracaso.
La realidad es que el valor que percibimos recibir del resto es solo un reflejo del valor que nos damos nosotr@s mism@s.
Dos indicadores de que no te estás valorando
1. Das para recibir
Si damos porque estamos esperando recibir, podemos sentir un verdadero temor al abandono y al rechazo, y somos capaces de ignorar nuestros propios deseos o necesidades por complacer a las otras personas.
Es importante reconocer que no lo hacemos porque amamos, sino porque tenemos miedo de no ser amados. Dar para recibir no procede de un lugar genuino sino del temor y la angustia. Por eso es muy probable que -si actuás desde esta herida infantil- no sientas que te valoran, por mucho que hagas por los demás. Harás, harás, harás, y nunca será suficiente.
Aquí la clave es ir a trabajar con estas heridas de la infancia.
2. Enseñás a los otros cómo tratarte
Cada instante estamos enseñando a las personas cómo deben tratarnos. Con cada una de nuestras acciones somos quienes decidimos nuestro valor y se lo mostramos al resto.
Cuando caemos en la trampa de ser excesivamente complacientes mostramos que estamos siempre disponibles para l@s demás, aún cuando eso nos daña o disgusta. Les enseñamos que nuestro tiempo no es valioso, que nuestras opiniones no son importantes y que están por encima de nosotr@s y nuestras necesidades.
Aunque suene duro, esto es realmente lo que nos hacemos y, por ende, lo que enseñamos a hacer a quienes nos rodean. Somos nosotr@s quien no se valora cuando anteponemos los deseos y necesidades de otras personas a los nuestros.
Recomendación para comenzar a valorarnos
En definitiva, el trato que las otras personas nos dan es el reflejo del trato que nos damos a nosotr@s mism@s. El reconocimiento, el respeto y el afecto que buscamos afuera es el que nos hace falta interiormente.
Es imprescindible comprender que el amor propio no es egoísmo, que es lícito y saludable tenernos en cuenta en primer lugar. Si queremos sentir que nos valoran, el primer paso es comenzar nosotr@s a darnos valor.
Cuando vos te valores, tu entorno comenzará a apreciar y agradecer lo que podés ofrecer. E incluso si esto no ocurre, tendrás la fuerza para alejarte en paz de quien no te valora. Ya no te preguntarás qué hay de malo en vos porque sabrás que no hay nada malo.
Cuando vos te reconocés ya no necesitás el reconocimiento de l@s demás.
En este artículo encontrarás
En resumen: observá tu herida infantil, trabajala, sanala, y en ese momento podrás empezar a dar por amor y no más por miedo al abandono. Acostumbrate a escucharte, a saber lo que querés y necesitás en cada momento, y dátelo. No tengas miedo a decir “no”, no te sientas culpable por decidir y poner límites.