La culpa es una emoción universal. Todas las personas hemos experimentado culpa alguna vez. Claro que habrá personas que la experimenten de manera más crónica, más torturadora, más circunstancial, o de manera funcional. Es decir, hay muchísimas formas de experimentar el sentimiento de culpa.
Esta emoción es de las consideradas «negativas», ya que se siente como displacentera. Es una emoción que no tiene buena prensa. Es una mezcla de agobio, pesadez, dolor, arrepentimiento.
Siempre hacemos la diferenciación entre negativa y displacentera, ya que no sólo que no es NEGATIVA, sino que como toda emoción, tiene una función específica, y por ello, es positiva, ya que nos ayuda. Nos ofrece información sobre nosotr@s mism@s.
Sin embargo, como la culpa suele producir un sufrimiento profundo, su mala prensa se intensifica. Surge entonces la fantasía de que sería mejor NO SENTIRLA. Sin embargo, aquí vemos una distorsión que es necesario aclarar.
Suele considerarse a la culpa como una «emoción negativa», torturadora, que no deja vivir. Ésa es la forma disfuncional de la culpa, y es posible aprender a transformarla en un valiosísimo aliado que repara sin torturar (Levy, 2006)
Para comenzar a definir la culpa, tomaremos la definición que hace Norberto Levy de la misma, psicólogo Argentino de increíble renombre y sabiduría.
Aprender a gestionar la culpa y a transformarla en nuestra aliada es fundamental. Para aprender cómo hacerlo, leé este artículo hasta el final. ¡Comencemos!
Levy explica que dentro de cada persona existen dos partes: una parte que culpa, y una parte culpada. Una parte que vive la vida, y una que juzga cómo vive la vida esa parte que ejecuta.
Tendríamos así una parte nuestra CULPADORA, y una parte CULPADA.
Para comprender el sentimiento de culpa es necesario conocer a ambas partes internas nuestras: nuestra parte culpable y nuestra parte culpador/a, que conforman una misma unidad psicológica indisoluble dentro de cada un@ de nosotr@s, en la cual el «sentirse culpable» es sólo una de las caras de la moneda.
¿Cómo se forma la culpa?
Cada persona está regida por un conjunto de normas que regulan su funcionamiento, su comportamiento en la sociedad. Sin importar clase social, cultura, filosofía, religión, y entendiendo que dichas normas pueden cambiar a lo largo de la vida de las personas, tod@s tenemos este sistema interno de normas. Estas normas se van formando durante el crecimiento de cada persona según su cultura, sus códigos familiares, sus rasgos personales, etc. Muchas de estas normas son conscientes, y otras, ni siquiera notamos de manera consciente que obedecemos, aunque rigen nuestras vidas de manera automática e inconsciente.
Cuando establecemos este sistema de normas interno, su función será entonces la de ser cumplido, ser acatado. Es decir, mi sistema se encargará de supervisar que dichas normas se cumplan, para eso están.
¿Qué sucede cuando transgredimos alguna de esas normas internas?
Cuando se rompe alguna de estas reglas internas, ahí se origina una señal. Se prende una alarma. Esta alarma es el sentimiento de culpa.
Cada vez que yo realizo alguna acción que transgrede alguna de esas pautas establecidas internamente en mi conjunto de normas, aparece la culpa. El sentimiento de culpa por ende, es esa señal que se enciende y me hace luces rojas, cuando rompo con alguna norma interna. Es ese juzgador interno que me culpabiliza por algo que hice. La consecuencia de escuchar esa voz es sentirnos culpables
Ejemplo. Puede ser una norma interna para mí «Atenderás siempre a todas las personas que te pidan ayuda». Por ende, si yo realizo una acción que implica no haber ayudado a una persona que solicitó mi ayuda, mi culpador interno me lo informará, a través del sentimiento de culpa.
Cuando entendemos esto, notamos que la culpa es una emoción necesaria. Como cada una de las emociones. Ya que necesitamos alguna señal de alarma, algo que nos informe que faltamos a nuestras reglas internas. De la misma manera en que es bueno que si nuestro coche nota que tenemos poco aceite, o nos excedimos en temperatura, nos lo informe. Nos lo haga saber. Así, de igual manera, funciona nuestra mente. Es información valiosa.
Esa señal. Esa alarma que me informa que transgredí la norma, es nuestra VOZ INTERNA CULPADORA. (Levy, 2008).
Repasemos entonces: Tod@s tenemos un conjunto de normas que nos rigen. Consciente o inconscientemente. Si transgredimos estas normas, sonará la alarma: el sentimiento de CULPA.
Sentirnos culpables entonces, es la consecuencia de escuchar a esta voz interna que me culpa por algo que hice o no hice. Por ende nuestra parte CULPADORA y CULPADA, son dos elementos intrínsecos al sentimiento de culpa.
Ahora, aquí lo importante es cómo recibo esta información. Ya que la señal de la culpa es necesaria, sin embargo, hay MUCHÍSIMOS modos en que esta alarma puede sonar. Puede ser una alarma torturadora, o una alarma amable. Entre estos dos tipos de alarma, todos los grises que podamos imaginar.
Para comprender esto es necesario entender los 3 elementos que para Levy conforman el sentimiento de culpa. Las normas, el culpador y el culpado dentro de cada un@ de nosotr@s. Entonces pensemos, ¿Cómo me culpa este culpador interno?
Estos tres elementos deben ser explorados de manera absolutamente personal, buscando comprender cómo se mueven dentro de cada un@ de nosotr@s. Ya que cada escenario será diferente: Tendrá distintas normas, su culpador dirá cosas específicas y su culpado se sentirá de maneras específicas. Debemos aquí viajar a nuestro interior a buscar cómo se mueven estos tres personajes dentro nuestro, cómo se configura nuestro propio escenario.
Si no podemos hacerlo sol@s, cuestión que generalmente es muy complicado, debemos buscar ayuda. Un/a profesional de la salud mental podrá orientarnos en ello. Si deseás conocer el tratamiento psicológico en línea que ofrecemos podés consultar clickeando aquí.
La culpa FUNCIONAL que repara y la culpa DISFUNCIONAL que tortura
Tengo que conocer cómo es mi culpador interno.
Si mi culpador interno me culpa para informarme que estoy faltando a una norma interna, y me lo informa de manera amable para que subsane ese error, me ayuda a repararlo, o me enseña para que no lo vuelva a cometer en un futuro, (no que tortura, sino más bien que repara y crea todas las condiciones para poder reparar el error) entonces es una culpa FUNCIONAL. Cumplió su objetivo de una manera autocompasiva.
En cambio, si mi culpador interno me tortura, me humilla, me atormenta, y lo único que consigue es socavar mi autoestima más y más, hacerme sufrir desmedidamente, entonces la culpa es DISFUNCIONAL.
Generalmente, solemos identificarnos más con la parte CULPADA de nuestro sentimiento de culpa. La que sufre. La que se siente terriblemente mal por haber transgredido. «Me siento mal, me duele la cabeza, me quiero morir por haber hecho esto». Ahora, esta parte es sólo una parte. La otra parte es la voz culpadora que dice «Yo te culpo por esto, esto y lo otro, porque transgrediste la norma que nos rige que dice X cosa».
Sabiendo que ya transgredí una norma, ¿Cómo manejo la culpa que eso me genera?
Veamos, vamos a poner un ejemplo.
Mi madre está enferma, y yo emprendo un viaje que tenía ya programado igualmente. Me siento culpable por irme, ya que mi madre está mal. Estoy faltando a la norma de «Deberías estar para tu madre ya que tiene un problema de salud», y me siento terrible por eso.
Ahora que ya emprendí viaje, ya estoy en el colectivo, en el avión, en el auto, viajando a ese lugar ya programado, pero con sentimiento de culpa por haberme ido, lo que mi culpador interno FUNCIONAL podría proponerme, en lugar de torturarme, es:
«Llamemos a mamá todos los días para ver cómo se siente, busquemos a alguien que la cuide todo el día y esté muy atento a ella, y si en algún momento mamá empeora, volvemos. Cancelamos el viaje y emprendemos regreso. Pero una vez iniciado el viaje, disfrutemos en la medida de lo posible, y dediquémonos a reparar nuestra ausencia, buscando que mamá esté lo más cuidada posible, aunque nosotros no estemos ahí. Y procuremos que la próxima vez que mamá esté enferma, mejor no viajemos».
Aquí vemos que el CULPADOR MADURO ayuda a reparar. El CULPADOR INMADURO castiga, tortura. El culpador inmaduro castigador me dirá: «Como tomaste la pésima decisión de irte de vacaciones a pesar de que tu madre está mal de salud, no voy a permitirte que disfrutes, ya que no lo merecés, asique estaré procurando que la pases mal hasta que vuelvas a tu cuidad a cuidar a tu mamá, que es lo que deberías haber hecho desde el principio».
¿Cómo se trabaja la culpa crónica?
La culpa crónica es una alteración entre estos dos roles. Culpador y culpado. (Levy, 2006).
Para trabajar con este tipo de sentimiento de culpa, hay que trabajar por conocer más al culpador. Cuando el culpador es demasiado severo, deberá ir haciendo un trabajo para convertirse en un «SABIO ADVERTIDOR«, dice Norberto (2006). Allí radica la maduréz del culpador. Un culpador que va ayudando al culpado a aprender de los errores que cometió.
Cuando el culpador logra transformarse en quien advierte sin torturar, y ayuda al culpado a aprender, y allí la culpa crónica se deshace.
Dice Norberto Levy que el núcleo del problema de la culpa está en cómo el culpador le habla al culpado: de qué le acusa, qué le .dice, cómo le habla.
El alivio o tortura que un@ sienta o no, dependerá entonces de la MADUREZ del CULPADOR.
¿Puedo sanar mi sentimiento de culpa?
Sí, claro. La culpa sana y repara cuando en lugar de castigarnos por transgredir nuestras propias normas, deja una cuota sí de dolor, pero sobre todo, de mucho aprendizaje sobre lo que no haré en un futuro, lo que no quiero volver a repetir. Cuando deja aprendizaje, crecimiento y reparación, la culpa es FUNCIONAL. Así es que el sentimiento de culpa NO se transformará en crónico.
La culpa implica dolor, un dolor LEGÍTIMO, de humanos que cometemos errores, porque cometerlos es humano, y emprender el viaje humano implica que nos equivocaremos. Aprender de estos errores y salir enriquecid@s de allí es el saldo de aprendizaje más sano que puede dejarnos la culpa.
Como vimos a lo largo de esta nota, la culpa es NECESARIA, como el resto de las emociones, sólo debemos asegurarnos de tener UN BUEN CULPADOR interno, que no castigue, sino que informe. Construir un SABIO ADVERTIDOR, que ayude a reparar los errores.
Ejercicio práctico de INDAGACIÓN PERSONAL
Vamos a realizar un ejercicio práctico que propone Norberto Levy para trabajar la CULPA:
Instalate cómodamente y concedete unos minutos de intimidad para formularte algunas preguntas. Disponete a aprender de las respuestas que surjan.
Dirigí tu atención hacia tu interior y tratá de completar la siguiente frase: «La culpa que siento es como si una voz interior me acusara de…»
Una vez que hayas escuchado y reconocido esa voz interior culpadora, convertite en ella por unos instantes y, siendo esa voz culpadora, dejala fluir con la mayor libertad que pueda, hablándole al aspecto culpado, como si lo tuvieras delante tuyo:
a) «De lo que te acuso es…»
b) «Lo que siento hacia vos por lo que has hecho es…»
c) «Y mi modo de castigarte —en caso de hacerlo— es…»
d) «La norma que has transgredido es la que dice que…»
Sólo de poner en palabras la norma que está rigiendo comienza a ordenar la situación, ya que permite sacar a la luz y ver con claridad cuál es el código que está imperando. Una vez que hayas completado los cuatro pasos, ponete en el lugar del aspecto culpado, y registrá qué siente esta parte tuya al oír lo que se le ha dicho y observá desde allí si estás de acuerdo o no con esa norma. En caso de que no lo estés, disponete a debatir con el culpador acerca de ella, hasta que alcancen un acuerdo. Norberto Levy, 2006.
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La culpa es una emoción compleja y universal que todos hemos experimentado en algún momento de nuestra vida. Si bien a menudo se lo considera negativo y desagradable, cumple una función importante al proporcionarnos información valiosa sobre nosotros mismos. Sin embargo, cuando la culpa se vuelve crónica o abrumadora, puede conducir a un sufrimiento significativo. Es crucial entender que la culpa tiene dos lados dentro de nosotros: la parte que culpa y la parte que se siente culpada. Para manejar y transformar efectivamente la culpa, es esencial explorar ambos lados de esta dinámica interna.