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19/1/2021

Emociones

Minutos de lectura:

5

¿Qué es el amor?

El amor tiene una función como todas las emociones primarias. Esta función es la de hacernos saber con quién queremos estar y qué es lo que más nos apasiona hacer. Podemos amar a una persona, o a alguna actividad. El amor nos dice entonces con quién queremos estar, y qué cosas nos realizan.

Escrito por

Equipo Psi Mammoliti

El amor tiene una función como todas las emociones primarias. Esta función es la de hacernos saber con quién queremos estar y qué es lo que más nos apasiona hacer. Podemos amar a una persona, o a alguna actividad. El amor nos dice entonces con quién queremos estar, y qué cosas nos realizan. Ahora, esto es el amor como emoción. Pero, el amor es también, para las escuelas humanistas, una esencia.

El amor debe ser el tema sobre el que más se ha teorizado, reflexionado, cuestionado, investigado. Es de las temáticas más controversiales en la historia de la humanidad. Intentar definirlo, conceptualizar o discutirlo resulta una tarea sumamente difícil debido a la magnitud de su alcance, su cantidad de significados y simbolismos, tanto para las comunidades del mundo, como para cada persona individualmente. Habiendo dicho esto, entenderán que estoy muy lejos de pretender abarcar la totalidad del tema, porque eso sería imposible, pero sí intentaré traerles hoy algunas nociones básicas.

Definamos el amor

Veamos… El amor es una de las 5 emociones básicas, y es una de las emociones placenteras junto con la alegría. Recordemos que las emociones básicas (de las que se desprenden tooodas las demás) son 5, dos placenteras, el amor y la alegría; y tres displacenteras: miedo, enojo y tristeza.

A este punto vamos a establecer una diferenciación (Weintraub, 2020): El amor como emoción, y el amor como esencia. Veamos de qué se tratan estas diferencias.

Definimos anteriormente al amor como emoción, con la función de hacernos notar CON QUIÉN queremos estar, y QUÉ nos realiza.

Bien, ahora… ¿Qué significa que el amor es una esencia? Significa que el amor es lo fundamental del sujeto, la base del sujeto. Las personas somos amorosas por naturaleza. Todo lo que hacemos tiene que ver con la expresión del amor, o con la búsqueda de amor. Y esta noción resulta súper controversial, ya que aquí ustedes me dirán, ¿Y cuando alguien abandona a alguien, dónde está el amor? Sí, sé que es difícil ver el amor allí. Pero siganme en esta idea y lo entenderán con más claridad.

Para detectar el amor en un gesto que muestra abandono, agresividad, o violencia, por ejemplo, hay que pensar esa conducta como la punta de un ovillo de lana. Si tiramos y tiramos de ese ovillo, y vamos poco a poco desenredándolo, encontraremos que esta conducta agresiva en lo profundo, tiene que ver en realidad con la búsqueda del amor, expresada de manera completamente disfuncional, mal gestionada y terrible, pero búsqueda del amor al fin. En cada gesto de agresividad y violencia, veremos que el sujeto fue quedando atrapado en su propia historia. Y es otra persona muy diferente al ser que el sujeto era antes de ser adulto.

La psicoterapia: tirar del ovillo hasta el final

¿Qué le pasó a este sujeto que pasó de ser un niño amoroso a ser este adulto agresivo?

Este movimiento de ir desde la conducta de hoy (agresiva) poco a poco hacia atrás, tirando del ovillo de lana, hasta la observación del armado del psiquismo de una persona, es el movimiento terapéutico. Cuando aprendemos a tirar de la conducta agresiva del otro, tirando y tirando hasta encontrar el por qué, el qué quería en realidad decir allí en lo profundo, nos vamos dando cuenta de que TODO finalmente es expresión del amor, o búsqueda del amor. Norberto Lebi decía que “El odio es amor desesperado”. Un sujeto que ama y no se siente reconocido en el amor.

Y comprenderán que con esta idea NO justificaría nunca el odio, el abandono, el rechazo, la violencia. ¡Claro está que no digo eso! Cada quien luego deberá hacerse responsable de lo que le toca. Pero sí quiero que vean cómo es el movimiento psíquico. Como las personas comenzamos siendo de determinada manera, y a partir de lo que va ocurriendo en nuestra historia, vamos transformándonos en otra cosa, sustancialmente diferentes al sujeto que expresaba en sí el amor original, esencial.

Una característica más: El amor como esencia incluye a todas las emociones. Y esto es FUNDAMENTAL. Esto quiere decir que toooodas las emociones deben ser incluidas en las conductas desde el amor. Desde esta perspectiva, una conducta agresiva también puede ser una conducta amorosa si es lo necesario para poner un límite. Si es lo necesario para defenderme de algo.

Respetar significa reconocer que otr@s tienen derecho a ser como son, más allá de que me guste a mi o no. ME GUSTE O NO. El amor respeta a otr@s, pero también me respeto YO. Me respeto a mi y a ese otr@. No siento que yo sea más valios@ que el otro, ni ese otr@ más valios@ que yo. Somos iguales. Respeto a ese otr@, pero me priorizo yo. Me priorizo a mi. A mi sentir, mi deseo, lo que es bueno para mi. Priorizo esa parte por sobre otr@s. Me priorizo yo por sobre otr@s, respetando a ambos.

¿Se entiende? El párrafo anterior es FUNDAMENTAL. Ya que es la clave del amor. Respetar a otr@s, pero priorizarse a nosotr@s.

Para priorizar al otro, necesito priorizarme

¿Por qué? Porque no puedo darle nada bueno al otro si me dejo en una situación que no es buena para mi. Es decir que cuando yo me priorizo a mi, priorizo al otro, salvo al otr@ de lo que a mí me va a pasar si me quedo en una situación en la que no quiero estar.

Me priorizo a mi porque busco el bien mio y el bien del otro. Para priorizar a ambos necesito priorizarme a mí.  Porque no es posible querer al otro más que lo que me quiero a mí. Sólo cuando me quiero a mi puedo querer al otro, y sobre todo, darle algo bueno.

Ahora, para que esto sea posible se necesita una ESTRUCTURA ADULTA. Ajá. Veamos… ¿Qué implica tener una estructura adulta?

Tener una estructura adulta significa que no necesito de la validación del otro, de la aceptación total del otro para ser quien soy. Que esté conectado con el otro está buenísimo, pero que NO necesite su aprobación para existir como yo elijo, como yo quiero. Una estructura adulta soporta la diferencia.

El otro quiere A, yo quiero B. Ninguno es mejor o peor que el otro, ninguno vale más que el otro ni tiene más razón que el otro. Pero yo voy a priorizarme a mi. Si A no es saludable para mi, me voy a sacar a mí mism@ de esa situación. Porque es lo más saludable para mi, y en el fondo, también es lo más saludable para ese otro/a (por lo que ya puntualicé antes).

Porque yo tengo derecho a alguien que quiera B, y el otro tiene derecho a otro que quiera A si es lo que lo hace feliz. Esta diferencia sólo puede soportar una estructura adulta. Soportar la diferencia entre el otro y yo.

El niño/la niña/@ no puede hacer esto. Si papá y mamá le dicen a un niño que oculte X parte de su personalidad porque “no les gusta”, el niño la resignará sin dudarlo con tal de estar con sus padres, para unirse a ellos cueste lo que cueste, aunque al hacerlo abandone su esencia. El adulto -la estructura adulta- soporta la diferencia. Entiendo que hay un otro tan valioso como yo, pero mi tarea es darme valor a mi misma, para después poder actuar desde el amor con el otro.

Soy yo quien decide si me quedo o me voy, independientemente de que cada uno tiene derecho a ser como es. Este respeto parte del respeto al otro y a mi mism@, porque justamente, si yo no me siento bien con el otro, tampoco puedo darle al otro nada bueno. Es decir que al fin y al cabo el priorizarme me devuelve a mí y a ese otro un vínculo amoroso. Si yo me obligo a hacer cosas que no me gustan de manera crónica, siempre, todos los días, y no respeto lo que YO quiero, esto va a empezar poco a poco a interferir entre el otro y yo. Va a intoxicar el vínculo con el otro.

Para que esto no pase tengo que reconocer el derecho del otro a ser como es, y el derecho a mi mism@ a ser como soy, y de priorizarme a mi mism@. Debo poder correrme de esa situación en donde se pretende que yo haga aquello que no quiero. Y lo hago por mi, pero también lo hago por el otro. Si yo me obligo a hacer lo que no quiero, esto se lo voy a cobrar al otro de alguna manera.

Para poder vincularme con el otro desde el amor, priorizarme a mi y al otro debo poder SOPORTAR LA DIFERENCIA. Debo poder soportar que el otro y yo somos diferentes, sin forzar el juntarnos allí donde no nos juntamos. Esto es FUNDAMENTAL.

Porque debemos comprender que no hay bien o mal. No hay una visión de la realidad que esté bien y otra que está mal. Son dos versiones de la realidad. Dos versiones igualmente válidas. Iguales o diferentes, pero válidas por igual. Una vez que comprendí esto y puedo respetar la diferencia con el otro, voy a ir ahora al movimiento de priorizarme a mi. Y se que esto es súper complejo, pero es lo que finalmente me permite separarse del otro sin estar en situaciones que no son saludables para mí mism@, aunque el otro así lo quiera.

Si yo no puedo habitar la diferencia tengo dos opciones: Me someto, o intento someter al otro. O me quejo, me separo y busco otra persona igual a esta de lo que me estoy quejando. Porque cuando uno quiere tener razón y considera SU versión de las cosas como la “verdadera” y por ende la del otro “falsa”, no soporta la diferencia. Y esto nos obliga a volver a un estadio infantil inevitablemente.

Amar desde la postura de un niñ@

Para amar debemos comprender que si nos quedamos en la noción del amor como emoción, pretendemos excluir todo el resto de las emociones. Entender que para amar debemos excluir todo el resto de las emociones (tristeza, miedo, enojo) me condena a quedar débil en los vínculos, porque si no puedo enojarme, por ejemplo, no puedo poner límites. Y excluir las emociones del amor implica quedar anesteciado frente al amor, porque si no contacto con la tristeza o el miedo, tengo que anestesiar mi relación. Es decir, me condeno a quedar débil y anestesiado en las relaciones.

Además, me condeno a rechazar emociones y por supuesto que, como digo siempre, éstas NO desaparecen. Las emociones rechazadas se acumulan. Y en algún momento toman (desbordan, aparecen de manera abrupta) toda la situación, incluso a mí mism@.

Si yo rechazo mi tristeza, esta tristeza se va acumulando lentamente y probablemente genere una depresión. Si yo rechazo mi enojo, este enojo se va acumulando lentamente y probablemente explote y agreda al otro o a mi mism@ poco saludablemente, y de una manera en la que yo no quería. Si yo rechazo mi miedo, este miedo se va acumulando lentamente y seguramente genere alguna fobia a algo, algún miedo excesivo.

Cuando comprendemos nuestro interior, empezamos a honrar nuestras emociones, entendiendo que por algo me enoje, por algo me entristezco, por algo tengo miedo. Quizás hay una parte de estas emociones que tienen que ver con el vínculo con otr@s, que en realidad, me están diciendo algo A MÍ. MIO. Un mensaje que tengo que escuchar.

Entonces, aquí mi tarea será escuchar esos mensajes. Escuchar ME. Para luego, intentar sanar. ¿Qué pasa si yo me vinculo desde el amor conmigo mism@ en todo vínculo?

En este artículo encontrarás

Para amar verdaderamente a los demás, primero debemos priorizarnos a nosotros mismos y velar por nuestro propio bienestar. El amor es tanto una emoción como una esencia, y nos impulsa a conectarnos con los demás y buscar lo que nos brinda alegría. Sin embargo, es importante comprender que incluso en situaciones en las que el amor puede no ser evidente de inmediato, como actos de abandono o agresión, a menudo hay una búsqueda de amor profundamente arraigada detrás de esos comportamientos.

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